martes, 9 de septiembre de 2014

Luna roja.

Hay personas que noche tras noche se bañan en un mar de lágrimas rojas.
Lágrimas rojas convertidas en sangre y dolor.
Los cortes duelen, pero duele aún más la razón por la que nos cortamos.
Ver nuestra sangre manchar ropa y piel nos tranquiliza y nos sentimos por así decirlo protegidos.
Me da asco pensar así, pero soy ese tipo de personas y nada puede cambiarme.
Hay veces que desde que nos despertamos ya sabemos que la noche se manchará de rojo, tanto o más que nuestras sábanas.
Esa noche la oscuridad invade nuestros corazones, la oscuridad y las ganas de desaparecer.
Cogemos la primera cuchilla que encontramos preparamos nuestra piel y lo hacemos...
Nos cortamos. Lo hacemos y al principio nos gusta, nos sentimos relajados, sin problemas, pero no, esto no soluciona nada. 
Nos volvemos más locos por cada corte y no queremos asumirlo.
Acabamos cuando ya no queda más hueco en nuestra piel, escondemos la cuchilla como podemos y limpiamos la sangre aunque sabemos que tapemos como tapemos se manchará todo de rojo igual.
Algunos optamos por taparlo todo con pulseras, manchandolas de sangre.
Otros con relojes, pero tarde o temprano alguien lo verá y no habrá escusa que valga. 
Lloramos, tenemos peleas internas con nuestro ser, nos autolesionamos con puñetazos o algo similar.
Luego pasamos la noche lamentándonos, nos calmamos pero seguimos derramando lágrimas.
Algunos salimos a la ventana, miramos al horizonte y nos reconforta saber que al menos está noche no ha sido la última y es que hubo suerte.
Otras veces optamos por meternos cualquier paquete de pastillas que pillamos y si al día siguiente nos despertamos en vez de agradecer un día más de vida nos lamentamos, lamentamos seguir vivos.
La gente cree que somos personas malas, locas, sin sentimientos pero no es nuestra culpa.
La sociedad, la indiferencia y la diferencia nos hace así.
¿Se creen que nos gusta ser así?
Claro que no, nos enerva ser así. Odiamos vivir así, odiamos ver como nuestra piel se queda llena de cicatrices, nos duele odiarnos tanto.
Nos duele, y aunque no lo parezca es cierto, nos duele incluso más que perder un móvil o una cámara nueva.
Es horrible ver que esas cicatrices tan horrendas que quedan gravadas en tu piel son a causa de un arrebato de nervios, es repugnante. 
Entonces ¿Creen que nos gusta manchar todo de rojo noche tras noche?
No, ni que estuviéramos locos. 
Nos gusta en el momento en el que lo hacemos, después pasamos las horas lamentando todo, lamentando odiar la vida que muchos desearían. 
Lo peor de todo es el miedo de que alguien vea todo, de que crea que esas cicatrices lo hacemos de gracia o por llamar la atención (Que hay gente que lo hace por eso) Pero los que sufrimos esto de verdad, no. No lo hacemos por nada de eso, lo hacemos porque somos realmente personas débiles, eso es lo que somos.
No aguantamos la humillación, los problemas, no aguantamos ser así y lo pagamos con nuestra piel.
Es triste, pero es la realidad.
Somos personas adictas a manchar la noche de rojo, 
somos personas que ve la luna de otro color, 
de color rojo. 




lunes, 8 de septiembre de 2014

¿Somos realmente crueles?

La gente nunca sabe de que va esto, nadie sabe la razón por la que chicas jóvenes como nosotras llegamos a ser tan crueles y malas con nuestro ser.
Deberíamos estar agradecidas con el cuerpo que nos han dado nuestros padres pero en vez de sentirnos satisfechas hacemos lo imposible por cambiar y aunque pasen años y veamos que nada cambia lo seguimos intentando, hasta el punto de destrozarlo por dentro.
Lo peor de todo no es el destrozo físico, es el destrozo psicológico, acabamos tan destrozadas que a veces no tenemos a penas fuerzas para seguir y muchas habéis acabado con el suicidio.
Lo que realmente me duele de todo esto es el daño que les causamos a la gente que nos quiere, a nuestros padres, a todo el mundo que está a nuestro alrededor.
No nos damos cuenta pero ellos sufren el doble, el triple e incluso millones de veces más que nosotras.
Eso no viene a cuento pero ahora la verdadera pregunta que me hago día tras día después de ver mis cicatrices.
¿Somos realmente crueles con nosotras mismas?
Esa pregunta aún no se responderla.
Muchas de las que sufrimos trastornos, baja autoestima, depresión o cosas equivalentes sabéis de que hablo.
Nuestra vida, mi vida se basa en bajones constantes.
Lo pago con la gente a la que amo, con la gente que da todo, que se humilla incluso por hacerme sonreír y me duele, no sabéis lo mucho que me duele todo esto.
Cuando me corto no puedo parar, sonrío hacia la sangre, me hace feliz ver mi piel rozar la destrucción, me relaja, me tranquilizo tanto por dentro como por fuera, es como una cura, una cura que en realidad no cura nada, solo estropea mi alma cada vez más.
Y cuando no comemos, cuando no como me siento tan libre, tan luchadora por no meterme comida a la boca, por no atracarme, un día sin comer es un día ganando la batalla a la comida, ¿Como puedo ganarle la batalla a lo único que me mantiene viva? Suena paranoico y es que es la triste realidad.
Luego hay días tranquilos, días en los que como y no me corto, en los que la gente me ve bien cuando en realidad no, nunca estoy bien.
Siempre estoy pensando en cada caloría y me duele comer pero lo hago, lo hago por el miedo que a veces le llego a tener a muerte. No me corto porque se que si lo hago la gente lo verá.
Lloró cada noche antes de dormir ¿Y a quien le importa? A mi me importa.
Cada lágrima que sueltan mis ojos es un trocito menos de mi alma.
Con el tiempo me vuelvo más fría, me cuesta expresar lo que siento y es que a veces ya ni siento.
Ustedes no saben el miedo que le tengo a todo, el miedo que me tengo a mi misma.
Ustedes siguen sin saber nada.
Stella.